Viernes 18 de noviembre, representación en Segorbe de la obra La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco

Viernes 18 de noviembre, representación en Segorbe de la obra La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco

El próximo viernes 18 de noviembre, a las 22:00 horas, en el Teatro Serrano de Segorbe, se representará la obra La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco, basada en el cuento que escribió Max Aub en 1960, versión de José Ramón Fernández. La obra está dirigida por Laura Ortega e interpretada por Alfonso Torregrosa.

Esta actividad se enmarca en el conjunto de actos programados en el año de conmemoraciones del cincuenta aniversario de la muerte de Max Aub y de los veinticinco años de la Constitución de la Fundación Max Aub.

 

La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco es uno de los relatos más apasionantes y espectaculares de la obra de Max Aub, un texto que refleja como ninguno el ambiente citadino de los cafés mexicanos de aquella época, las obsesiones de los trasterrados, la manera de verse entre sí mexicanos y exiliados y la inutilidad de la muerte de Franco para resolver los problemas de España. Un relato escrito con el sarcasmo y la ironía propios de un autor genial; una obra que ha resistido el tiempo y sus avatares y sigue hoy día ofreciéndonos esa mirada lúcida y singularmente desafecta con la realidad que le tocó vivir; una manera de ver que mantuvo tanto en los momentos más cruciales de su vida como en las circunstancias más difíciles de la historia española.

Sinopsis

Un camarero mexicano, harto de escuchar discutir a los exiliados españoles que se reúnen en la cantina donde trabaja, decide pedir un permiso, venir a España y matar al dictador para poner fin a las trifulcas de los contertulios. Cumplido su plan, el camarero se demora haciendo turismo por Europa unos meses para no despertar sospechas y mientras pasa el tiempo en España se proclama la Tercera República y tienen lugar numerosos cambios. Él regresa a México y se incorpora a su trabajo con la alegría y el convencimiento de que por fin se habrán acabado las voces, los gritos, los reproches y las culpas entre los exiliados y por fin podrá dedicarse a servir mesas con la tranquilidad deseada. Poco le duran sus ilusiones. Cuando llega al bar se lleva la desagradable sorpresa de que el tumulto y la bronca lejos de disminuir ha aumentado, porque ahora, a los viejos exiliados, se las han sumado los falangistas exiliados.