Viernes 23 de julio, presentación en Segorbe del fotolibro «El laberinto mágico»

Viernes 23 de julio, presentación en Segorbe del fotolibro «El laberinto mágico»

El próximo viernes 23 de julio, a las 19:30 horas, en el Teatro Serrano de Segorbe la Fundación Max Aub organiza la presentación del fotolibro El laberinto mágico, de Julián Barón García, Matí Martí, Manuel Vargas, Jorge Alamar y Marta Martín Nuñez.

El laberinto mágico es un proyecto de Julián Barón García que parte de las recreaciones históricas de episodios de la Guerra Civil española que se celebran en localidades como Lopera, Fayón, Morata de Tajuña o Viver. Representaciones concebidas como acciones escénicas, a medio camino entre lo lúdico y lo cultural, con el propósito de acercar las batallas que tuvieron lugar entre 1936 y 1939 a generaciones que no han conocido de cerca la guerra. En ellas, recreadores y público se fusionan para condensar un imaginario proveniente del cine y las fotografías que realizaron los corresponsales de la que fue la primera guerra mediática. Julián fotografía estos eventos para lanzar el bombardeo de imágenes que compone este libro: un laberinto visual, un túnel del tiempo en el que las imágenes de un pasado doloroso se unen a los símbolos más superficiales de nuestra cultura contemporánea. Una situación que Max Aub sintetizó en boca de uno de los personajes de El laberinto mágico, el ciclo novelístico sobre la guerra de España del que este proyecto toma su título: “España nunca saldrá del laberinto porque España es el laberinto”.

 

El laberinto mágico. Parte de guerra de un fotolibro.

Todo comenzó hace 90 años. Mi abuelo paterno Julián, su hermana Trini y su hermano Santos eran unos niños de apenas 6 años. Vivían en Villarroya de la Sierra, provincia de Zaragoza, sus padres no podían hacerse cargo de ellos en el pueblo porque estaba en pleno campo de batalla y les mandaron con unos familiares a Segorbe, un pueblo de Castellón cercano a Valencia y límite con la provincia de Teruel. Una vez en Segorbe, los tres hermanos fueron adoptados por diferentes familias. Huyeron de la guerra y pudieron rehacer sus vidas. La única familia que le cambió el apellido a alguno de los niños fue la de mi abuelo. Por ello me debería llamar Julián Sebastián y no Julián Barón. Cosas que vienen de entonces: un laberinto como el que describió Max Aub en sus novelas de los campos.

En los 90, durante el instituto comencé a leer a Max Aub, por un lado eran lecturas obligatorias en la asignatura de Literatura y por otro lado porque mi padre traía a casa todas las publicaciones que hacía la Fundación Max Aub, y recuerdo que me dejaban maravillado. Recuerdo con un brillo especial el libro de ‘Josep Torres Campalans’ de 1958, donde Max Aub se inventa la vida y la obra de un pintor. Es espléndido su diario de 1969, ‘La gallina ciega’, cuando recorre desengañado la ajena España franquista. Y por supuesto ‘El Correo de Euclides’, en edición facsímil, esos posters me llenaron la cabeza de un montón de ideas sin que yo lo supiera.

En el 2013 mi abuelo materno, antes de morir me regaló su cartilla escolar de 1937-1938, que había rellenado durante la guerra en la escuela de Matet, un pueblito en la Sierra Espadán y que fue punto estratégico para nacionales y republicanos porque controlaban la entrada en tierras de Aragón y la conexión con el mar Mediterráneo. Mi abuelo José me contó algunas vivencias que recordaba de cómo vivió la guerra (a mi otro abuelo no pude preguntarle porque falleció antes de que yo naciera). Siempre he sentido que ellos guardaban silencio del asunto. Mis abuelas no me contaron apenas nada de su experiencia en la guerra porque eran muy pequeñas y siempre me decían que no se acordaban y cambiaban de tema.

Luego en 2015 encontré una noticia de que se celebraban recreaciones de la batalla del Ebro en Fayón (Zaragoza) y me entró curiosidad por ver de que se trataba. Así que fui a fotografiar en 2015 la recreación en Fayón. Cuando estaba dentro de las recreaciones me preguntaba: ¿Qué pensaría Max Aub de esta simulación de su guerra? ¿como sería una guerra de la guerra a través del laberinto del silencio y bloqueos que se han mantenido en el tiempo?

Estas recreaciones me hacían sentir en una situación que contiene una tensión por su propia naturaleza, que es lo radical y popular de la propuesta. Radical porque es el simulacro del simulacro y popular porque se ha convertido en un ejercicio de turismo bélico que funciona como modelo en diferentes lugares de la España olvidada. Esta tensión de radical popularidad me mantuvo siempre en el papel de sentirme un reportero que viaja en el tiempo y tomando fotos digitales del teatro de la guerra civil. Me unía a la masa y tomaba fotos de todo lo que sucedía. Estas fotos las archivaba por batalla y año.

En el año 2018, Mónica Allende vio la serie y me invitó a participar en Getxo Photo. Entonces se trazaron unas líneas de trabajo y confeccioné un imaginario visual que venía ilustrando la imagen que se ha creado de la Guerra de España. Para ese momento contaba con las fotos individuales, no tenía título del proyecto y me aburría la solución. Un día editando el trabajo llegue a una encrucijada. Tenía que elegir 1 foto entre 6 fotos de diferentes milicianos al paso con gente observando la procesión. Y decidí no elegir 1, sino las 6. Y lo que hice fue superponer las 6 fotos, para conseguir 1 sola foto. Y asomó una imagen que era un laberinto visual. La superposición se percibe como un viaje del ojo en busca de los nodos que hacen componer la imagen total.

A propósito de la publicación comentaré que en mi trabajo fotográfico, a menudo considero trabajar el fotolibro como medio de transmisión de mis ensayos visuales. Un fotolibro es un libro con fotos secuenciadas, que encadenadas conforman una o infinitas narraciones posibles. Alguien comenta que los fotolibros son como películas, pero quién la dirige es el lector con el paso de página, a su ritmo, en su intimidad. Un libro es un medio muy adecuado para las fotografías, ya que cuando se conjuntan, en el montaje, se expande el campo semántico de estas. Una fotografía suelta, sola, puede desatar una tormenta de efectos que se traducen en sensaciones o emociones en quien la lee o la recibe… pero un conjunto de fotografías desatan un ciclón.

El laberinto mágico ha sido editado por la Fundación Max Aub, en el diseño, realizado junto a Mati Martí, partimos de la idea de jugar con el espacio del libro como un laberinto. Es por esto que surgió la idea de hacer un libro sin coser, y que se guardará en una caja, para que el lector pudiera desarmar el libro y cambiar los encuentros entre imágenes para proponer otras secuencias en el laberinto. Aunque tiene diferentes modos de activar su lectura y al primer encuentro con el libro siente esa idea de laberinto. En el centro del libro, emulando el centro del laberinto, se encuentra un texto de textos que están escritos por 6 voces que sintetizan en unas pocas palabras lo que les sugiere lo que han visto. Textos escritos en la lengua natural de quien los escribe: castellano, catalán, gallego y euskera. Con este texto de textos se quiere hacer visible el conflicto de nacionalidades que también son causa, entre
otras, de esta guerra.

Durante estos años de trabajo en el proyecto, mi amigo Vargas, músico, me regaló esta banda sonora para ambientar lo que le hacía sentir el conjunto de fotos que iba surgiendo. De todos los eventos a los que acudía, además de hacer fotos grababa audio que luego le pasaba a Vargas para que los sumara a la composición de la banda sonora para el film.

Julián Barón García,
Segorbe, 2021

 

Proyectos de Julián Barón: www.julianbaron.es